ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 3º del T. Ordinario A

Después de la Navidad, hemos venido contemplando a Jesucristo, el Señor, en los comienzos de su Vida Pública. Podríamos decir que en este domingo, se nos presenta el comienzo de la Vida Pública de Jesús, según San Mateo, el evangelista de este año.

Cuando leemos algunas páginas del Evangelio, quedamos admirados de la capacidad que tenían los evangelistas, inspirados, eso sí, por el Espíritu Santo, para presentar a Jesucristo de una manera tan atrayente, incluso para el hombre de hoy. Miremos cómo lo hace este domingo Mateo: “Recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del Reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo”. ¡Precioso!

Mateo, que escribe su Evangelio para los judíos, siente el deseo de ayudarles a comprender que Jesucristo es el Mesías que esperaban, porque en Él se cumple todo lo que habían anunciado los profetas. Y así, a cada paso, nos va señalando el cumplimiento de las profecías. Cuando quiere presentarnos a Jesucristo iniciando su actividad en Galilea, recuerda lo anunciado por el profeta Isaías, que escuchamos hoy en la primera lectura: “País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas, vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”.

Y ya conocemos el sentido de la oposición “luz-tinieblas” en la Sagrada Escritura y en la vida de la Iglesia desde antiguo.

Al mismo tiempo, nos transmite las primeras palabras de Jesús: “Convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos”.

¿Qué significa todo esto? Sencillamente, que el Hijo de Dios ha venido a la tierra a traernos el Reino de los Cielos. Es algo así como la forma de pensar y de vivir que hay en el Cielo. Por eso hay que convertirse. ¡El cielo debe ser tan diferente de la tierra!

Hay algunas realidades concretas que hoy nos llaman a la conversión: la Jornada Misionera de los Niños la Santa Infancia, que celebramos hoy y el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos que hemos venido celebrando durante toda esta semana. ¡Cuántas reflexiones podríamos hacer! ¡Qué necesidad sentimos de conversión!

Si a esto añadimos la celebración, por primera vez, por indicación del Papa Francisco del Domingo de la Palabra de Dios, esta llamada se hace muchísimo más fuerte y decisiva, ¡porque la Palabra de Dios es una invitación constante a la conversión!

Después Mateo nos presenta a Jesús paseando junto al lago de Galilea. ¡Qué contemplación más hermosa podríamos hacer sobre Jesucristo caminando junto al mar y llamando a los primeros discípulos: En primer lugar, a Simón y a Andrés; más adelante, a Santiago y a Juan. Eran pescadores y estaban en su trabajo. Y lo dejan todo para ser “ser pescadores de hombres”. ¡Qué impresionante es todo esto!

Hoy tratamos de ayudar los niños cristianos del mundo para que también se sientan llamados, de algún modo, a ser pescadores de otros niños para llevarlos a Jesús, para que tengan la misma alegría que ellos: ¡la alegría incomparable y desbordante de ser cristianos!

¡Seguir a Jesús, convertirnos para entrar en el Reino de los Cielos, ser “pescadores de hombres, ser oyentes y testigos alegres y convencidos de la Palabra!

¡He ahí el múltiple compromiso, el reto enorme nos presenta el Señor este domingo a todos!

Que María, la Virgen Madre, que nos disponemos a celebramos el próximo domingo con el título de Ntra. Sra. de la Candelaria, nos acompañe y nos guíe con su ejemplo y con su intercesión materna.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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