ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 2º de Navidad

Este es “un domingo puente”, entre la Navidad y la Epifanía, que es la segunda parte del Tiempo de Navidad.

Este domingo no celebramos ningún acontecimiento especial y concreto de la vida del Señor; pero, al ser un domingo puente, la Liturgia pretende ofrecernos alguna ayuda, para detenernos, en medio de estas fiestas, y pararnos a contemplar mejor el Misterio de la Navidad, en general, o para detenernos en algún aspecto o acontecimiento concreto, que tenga para cada uno una especial significación, o incluso, para reflexionar sobre la forma misma en que estamos celebrando este año la Navidad.

Las lecturas de la Palabra de Dios de este domingo son muy ricas en contenido y, al mismo tiempo, resumen, en pocas ideas, el acontecimiento que celebramos.

La primera lectura nos presenta a la Sabiduría de Dios, que se identifica, en el Nuevo Testamento con el Verbo Eterno del Padre, el Hijo de Dios, que se ha hecho hombre y ha venido a nosotros.

En el Evangelio, S. Juan, como un águila, se adentra en el Misterio mismo de Dios, y nos describe al Verbo de Dios, a la Palabra Eterna del Padre, como si la estuviera viendo: “La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios”. “En la Palabra había vida…”

Y luego resume el Misterio mismo de la Navidad, diciendo: “Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo Único del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

¡El Hijo de Dios se hizo hombre y hemos contemplado su gloria! ¡Dichosos nosotros si podemos salir de estas fiestas diciendo: “¡Hemos contemplado su gloria!”

¿Y con qué finalidad? Es decir, ¿por qué, y para qué se hace hombre el Hijo de Dios?

Es San Pablo el que, en la segunda lectura, nos resume el objetivo de la Navidad: “Él nos eligió en Cristo, antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e intachables ante él por amor. Él nos ha destinado por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, a ser sus hijos, para alabanza de la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en el Amado”.

¿Comprendemos todo lo que esto significa?

Ya los Santos Padres resumían todo el Misterio de la Navidad, diciendo: “El Hijo de Dios se hizo hombre para hacer al hombre hijo de Dios”.

Y no podemos caer en la tentación de pensar: “Eso es lo de siempre, lo que aprendimos de pequeños…”

Ya S. Ignacio nos advierte en Los Ejercicios: “No el mucho saber es lo que harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar de las cosas interiormente”.

Pues de eso se trata en este domingo segundo de Navidad: ¡De sentir y gustar de estas cosas interiormente!

Por último, en un contraste lleno de paradojas y de ironía, el evangelista nos presenta la respuesta del hombre de todos los tiempos al Misterio de la Navidad: “La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió”. “El mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a los que la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios…”

¿Nos identificamos con alguno de estos cuatro grupos?

El salmo responsorial lo sintetiza todo, cuando nos invita a decir: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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