ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo de Ramos

Por fin hemos llegado a la Semana Santa, la Semana más anhelada por todos los cristianos, la Semana que culmina con el Triduo Pascual, la Muerte y la Resurrección del Señor, que es la Pascua, la fiesta más grande y alegre; y luego, el Tiempo Pascual, 50 días de alegría y de fiesta.

Este año tenemos que celebrarla de modo muy distinto, recluidos en casa, para evitar el contagio de este virus terrible que nos asola y nos amenaza, pero estos días santos son tan importantes e imprescindibles, que no se puede suprimir; y, ayudados por la TV, la radio, internet…, hemos de participar, del mejor modo, en ellos.

A primera vista, podríamos pensar que en el Domingo de Ramos los textos de la Liturgia deberían centrarse en la Entrada de Jesús en Jerusalén y nada más. Sin embargo, la Celebración consta de dos partes: en la primera, recordamos y revivimos la Entrada de Jesús en Jerusalén, que se hace de un modo solemne, en la Misa principal, con la procesión de ramos y palmas; y, de una manera breve y sencilla, en el resto de las Misas del domingo. Y en enseguida, entramos en la segunda parte: “la Misa de la Pasión del Señor”. Incluso llamamos a este día “Domingo de Ramos en la Pasión del Señor”. Ya veremos cómo podemos hacerlo ese año.

¿Y por qué esta Celebración es así? Porque la Iglesia, Madre y Maestra, quiere presentarnos este primer día de la Semana Santa, como una visión de conjunto de todo lo que vamos a celebrar a lo largo de estos días. Así la Semana queda colocada entre dos domingos con acento de triunfo, de fiesta y de alegría: El Domingo, de Ramos, con su júbilo desbordante, prefigura el Domingo de Resurrección, la Pascua, la máxima Solemnidad de todo el año.

La segunda lectura de este domingo, es una síntesis preciosa de la Semana Santa, más aún, de toda la vida del Señor: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso, Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre…” ¡Impresionante!

Precisamente, este día, los judíos adquirían el cordero para sacrificar en la Pascua, concretamente, el viernes, a la hora de nona, la hora en que Jesucristo muere en la Cruz. De esta forma, en la Celebración de este día contemplamos la llegada festiva del Cordero de la Pascua Nueva, que va a ser inmolado para nuestra liberación.

Termino con algunas indicaciones prácticas:

* A pesar de las especiales dificultades que tenemos en esta ocasión, hemos de entrar en la Semana Santa con el mayor interés y alegría y con el deseo de aprovecharla al máximo. ¿Cómo?

* Participando en las celebraciones litúrgicas tan hermosas de estos días, que es lo más importante, lo fundamental. Y con espíritu de acción de gracias por el don que de nuevo se nos hace.

* Recibiendo los Sacramentos y ayudando a los demás para que también los reciban, especialmente, con el deseo, hasta que podamos hacerlo sacramentalmente, estoy seguro que será antes de que termine el Tiempo Pascual, que este año será el 31 de mayo, con Pentecostés.

* Es posible que algunos medios transmitan procesiones de Semana Santa de otros años. Así tendremos ocasión de ponernos, de algún modo, en contacto con ellas y aprovecharlas.

* Meditando la Pasión del Señor, que es el centro de la Semana, como decía antes. Debemos recordar que este año o ciclo A, la lectura de la Pasión del Domingo de Ramos es la de San Mateo y el Viernes Santo se lee siempre la Pasión según San Juan.

* Recordando estos días a cada paso, lo que decía la segunda lectura de este domingo: que el que sufre y muere no es un hombre bueno o un líder social... Es el Hijo de Dios hecho hombre, y, por eso, precisamente, es el único que puede salvarnos. Y todo en comunión con los que han muerto por la epidemia, por los que están enfermos por los familiares de ambos, por los médicos, enfermeros/as y profesionales todos, que trabajan y luchan para ayudarnos, y también en comunión con todos los que nos encontramos en la cuarentena, con toda la Iglesia, para que nos mantengamos firmes y constantes en la esperanza y en el amor.

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