¡Cuánto nos preocupamos y afanamos por la vida! Y tiene que ser así, porque la vida es lo más valioso que tenemos. Se suele decir, incluso, que “mientras hay vida, hay esperanza”. Y la aspiración más profunda de nuestro corazón es vivir… Y no cualquier tipo de vida, sino vivir bien, vivir a tope; y con “calidad de vida”, como dicen los médicos, y alejar lo más posible el “fantasma de la muerte”. ¡Es lo que constatamos esto días, cuando ponemos todos los medios para erradicar la epidemia.
Este domingo 5º de Cuaresma, se nos presenta a Jesucristo como el “Amigo de la vida”, el “Dueño de la vida y de la muerte”. Tanto Marta como María le dicen: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”.
Resucitando a Lázaro, cuando llevaba ya cuatro días enterrado, Jesucristo manifiesta que Él es “la Resurrección y la Vida”. En medio del tiempo de Cuaresma, se nos presenta este domingo a Jesucristo como aquél que “hoy extiende su compasión a todos los hombres y, por medio de sus sacramentos, los restaura a una vida nueva”. (Pref.)
En efecto, veníamos diciendo que estos domingos de Cuaresma nos presentan tres temas en relación con el Bautismo: El agua, la luz y la vida. Hoy llegamos al tercero, “la vida”.
Este domingo 5º de Cuaresma, se nos presenta a Jesucristo como el “Amigo de la vida”, el “Dueño de la vida y de la muerte”. Tanto Marta como María le dicen: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”.
Resucitando a Lázaro, cuando llevaba ya cuatro días enterrado, Jesucristo manifiesta que Él es “la Resurrección y la Vida”. En medio del tiempo de Cuaresma, se nos presenta este domingo a Jesucristo como aquél que “hoy extiende su compasión a todos los hombres y, por medio de sus sacramentos, los restaura a una vida nueva”. (Pref.)
En efecto, veníamos diciendo que estos domingos de Cuaresma nos presentan tres temas en relación con el Bautismo: El agua, la luz y la vida. Hoy llegamos al tercero, “la vida”.
¿Y de qué vida se trata? ¡De la vida de Dios en nosotros! ¡Y se nos comunica en el Bautismo! Es decir, ¡en el momento del Bautismo, Dios, por su infinita misericordia, infunde en nuestro interior, una participación creada de su Ser, de su vida, de su naturaleza, y quedamos convertidos en “miembros de la familia de Dios!” (Ef 2,19).¡Sí, algo divino pasa a nosotros! ¡Y eso es asombroso! Es mucho más que si pudieran hacernos una transfusión de la vida de Dios, porque dice San Pablo que “si alguno está en Cristo es una criatura nueva” (2 Co 5,17), “un ser nuevo” que se introduce en nuestro ser. Ya dice San Juan: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos y ser hijos de Dios” (1 Jn 3, 1).
Y comprendemos enseguida que si tenemos la vida de Dios en nosotros, no podemos ignorarla ni olvidarla, de modo que se pierda o se quede raquítica y sin desarrollo. De ahí la gravedad de los padres y padrinos que no cumplen sus compromisos bautismales.
¡Cuánto nos preocupamos de la vida humana que, en verdad, es grande y maravillosa, pero que, sin embargo, un día, más temprano que tarde, tendremos que dejar! ¿Y de la vida divina que recibimos en el Bautismo? ¿No es verdad que, con frecuencia, nos despistamos un poco o “un mucho”? Como no se siente, ni duele, ni nada, la dejamos abandonada, y se muere y parece que no pasa nada…, O la destruimos por el pecado grave, que por eso, se llama mortal. ¡Y ya está!
Pero si se pierde, ¡oh qué maravilla!, podemos recuperarla en el Sacramento de la Reconciliación o de la Penitencia, que es como un “Segundo Bautismo” y, por eso mismo, es algo muy propio del Tiempo de Cuaresma. “Porque es propio de la festividad pascual -decía San León Magno- que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no sólo aquellos que nacen en el sagrado Bautismo, sino también aquellos que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos”.
¡Pero dicen que el Sacramento de la Penitencia está en crisis y que se recibe poco o muy poco! Sin embargo, ¡cuánto daríamos por recobrar nuestra vida después de la muerte, o la de algún ser muy querido! Pues en el Sacramento de la Reconciliación, se trata, si estamos en pecado grave, de una verdadera resurrección. Pero, claro, ¡son tantos los que desconocen todo esto!
Este domingo a la luz de la resurrección de Lázaro, y junto a la Cruz del Señor, el “Árbol de la Vida”, se nos presentan unos interrogantes muy importantes: ¿Te interesa la vida sobrenatural que Dios te ha dado? ¿Te interesa seguir a Jesucristo, el Dios de la Vida, de la Resurrección y la Vida? ¿Te interesa el Bautismo, que recibiste, recién nacido? ¿Estás dispuesto a seguir cuidando, conservando, desarrollando, recuperando, incluso, esa vida? ¿Serás capaz de renovar tu Bautismo, en la Noche Santa de la Pascua, como si te bautizaras de nuevo esa noche, y comenzaras de nuevo a tener la vida de Dios en ti? ¡Cuántas gracias hemos de darle al Señor por su bondad y su misericordia!
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