En todos los trabajos, ocupaciones y realidades de la vida, hay épocas de mayor esfuerzo, preocupación e intensidad. Pensemos, por ejemplo, en los trabajos del campo o en los estudios. Lo mismo pasa en la vida cristiana. Es lo que sucede ahora en el tiempo de Cuaresma.
¡Se trata de preparar una fiesta! Y una fiesta exige mucho esfuerzo y mucho trabajo ¡Y esta, la Pascua es la más grande e importante de los cristianos! Y si es la más importante, será la que más y mejor se prepara. ¡Se nos exige, por tanto, un gran esfuerzo! ¡No es cosa de última hora!
¡En este sentido, cuánto nos ayudan las lecturas de la Palabra de Dios de este domingo! Podríamos decir que se trata de dos hechos de la historia y de un comentario.
En la primera lectura contemplamos cómo nuestros primeros padres sucumben ante la tentación, que se presenta como, una trampa, como un engaño: “Seréis como Dios”. Es la tentación del hombre de todos los tiempos: ¡Ocupar en la vida el puesto de Dios! ¡Ser grande y feliz, al margen de Dios o en contra de Dios!
¿Y qué es lo que consiguieron con ello nuestros primeros padres? Su desgracia y la nuestra. Se meten en un callejón sin salida: Pudieron alejarse libremente de Dios, pero ahora, por si mismos, no pueden volver a Él. Tendrá que venir Dios mismo a salvarles y a salvarnos, como veremos.
¡Se trata de preparar una fiesta! Y una fiesta exige mucho esfuerzo y mucho trabajo ¡Y esta, la Pascua es la más grande e importante de los cristianos! Y si es la más importante, será la que más y mejor se prepara. ¡Se nos exige, por tanto, un gran esfuerzo! ¡No es cosa de última hora!
¡En este sentido, cuánto nos ayudan las lecturas de la Palabra de Dios de este domingo! Podríamos decir que se trata de dos hechos de la historia y de un comentario.
En la primera lectura contemplamos cómo nuestros primeros padres sucumben ante la tentación, que se presenta como, una trampa, como un engaño: “Seréis como Dios”. Es la tentación del hombre de todos los tiempos: ¡Ocupar en la vida el puesto de Dios! ¡Ser grande y feliz, al margen de Dios o en contra de Dios!
¿Y qué es lo que consiguieron con ello nuestros primeros padres? Su desgracia y la nuestra. Se meten en un callejón sin salida: Pudieron alejarse libremente de Dios, pero ahora, por si mismos, no pueden volver a Él. Tendrá que venir Dios mismo a salvarles y a salvarnos, como veremos.
El segundo hecho histórico, es la “Tentación del Desierto”. Jesucristo es llevado al desierto por el Espíritu, y allí es tentado por el diablo. La tentación aparece de nuevo, como una trampa, como un engaño. El diablo, que tiene un conocimiento perfecto de Jesucristo y de la Sagrada Escritura, se atreve a acercarse a Él para tentarle.
Hay comentarios interesantes sobre cada una de las tentaciones. A mí me gusta contemplarlas en su conjunto, ir a lo fundamental. El diablo no se anda con rodeos. ¡Va a la raíz de la misión de Jesucristo! Ahora, que va a comenzar su Vida Pública, le presenta, con todos sus halagos, otro tipo de mesianismo, otra forma de ser Mesías. ¡Distinta, por supuesto, de la que el Padre le había encomendado!
Es un mesianismo más brillante y más atrayente que el otro, un mesianismo espectacular, que también a Jesús, como hombre, en cierto sentido, le atrae (Mt 16,23).
Éste consiste, por ejemplo, en convertir las piedras en pan, o en tirarse por el alero del templo sin peligro, sin miedo de hacerse daño, porque le recogerán los ángeles, y un mesianismo de poder y de gloria, que quedaría garantizado hasta con un pacto con el mismo Satanás: “Todo esto te daré, si te postras y me adoras”.
¡Pero Jesucristo no se deja engañar! ¡Él es más fuerte y más inteligente que el diablo! Y sale vencedor de “la Gran Tentación”, y “se acercaron los ángeles y le servían”.
La segunda lectura, es como un comentario de las otras dos, y nos presenta las consecuencias tan graves, que tuvo para todos el primer pecado, y la grandeza de la Redención, por la que hemos conseguido más bienes que los que habíamos perdido por “la envidia del diablo”.
S. Pablo se nos presenta así como testigo de la existencia de un pecado que no es personal, y que se conoce, en la fe de la Iglesia, con el nombre de “pecado original”.
¡La necesidad de un Salvador es evidente!, y, por tanto, la necesidad de la Pascua, para la que hemos de prepararnos en la Cuaresma con toda intensidad.
¡Al comenzar este Tiempo, retengamos esa imagen magnífica e impresionante de “Cristo Vencedor!” La Cuaresma es tiempo de lucha y de esfuerzo, y, por eso mismo, de tentación; y el Señor nos ofrece en la oración y en los sacramentos, especialmente, en la Eucaristía, alimento y fortaleza sobreabundante para luchar y vencer siempre, a su imagen.
¡Él nos ha dado su Espíritu que nos acompaña, nos impulsa y nos guía! Él, que es el mejor y mayor fruto de su Pascua, es también la mejor garantía de nuestra victoria!
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
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