ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR Domingo 16º del T. Ordinario C


Los pueblos primitivos tenían una rica tradición de hospitalidad. Cuando no existían los grandes hoteles, pensiones, etc., que tenemos ahora, la acogida se realizaba en la propia casa.

Esto tenía especiales dificultades, incomodidades, gastos. La Palabra de Dios, la enseñanza de los Santos Padres y escritores cristianos exhortaban con frecuencia a la hospitalidad, a la acogida de los que iban de camino (Hb 13, 2). Nosotros hemos recogido todo eso y lo guardamos como una rica herencia.

Hay una obra de misericordia que dice: “dar posada al peregrino”.

En el mundo moderno, con toda la movilidad que lleva consigo, se nos invita también a acoger a los demás, a los que vienen de lejos, especialmente, a los inmigrantes.

La palabra de Dios centra hoy nuestra atención en este tema: también el Señor quiere gozar de nuestra hospitalidad. También Él quiere ser acogido en muestra propia casa, en nuestro corazón, en nuestra vida de cada día. Y Él se siente también personificado en todo hombre o mujer que va de paso. “Fui peregrino y me hospedasteis” (Mt 25,36). ¿Lo hacemos?

En la primera lectura, Abrahán acoge al Señor, personificado en aquellos tres misteriosos caminantes, a los que brinda una especial hospitalidad. Ellos le recompensan con la promesa del próximo nacimiento de un hijo: Isaac, que significa “sonrisa de Dios”.

En el Evangelio contemplamos a Jesús que, en su camino hacia Jerusalén, es acogido en casa de Marta.

En aquel contexto, Lucas se detiene en un dato concreto, que indica el clima y el grado de amistad y confianza que tenía Jesús en aquella casa. Y enseguida nos damos cuenta de que su reproche a Marta es un hecho anecdótico, que Cristo quiere aprovechar para enseñar la importancia y supremacía de la escucha de su Palabra. Me parece, pues, que hemos de retener la enseñanza del Señor, pero sin extralimitarla. Marta también acogía la Palabra de Jesús en múltiples ocasiones. Le tengo una especial simpatía a Santa Marta.

Hemos de admitir que no faltan ocasiones en que, frente a la urgencia de los quehaceres materiales, consideramos lo espiritual como una “pérdida de tiempo”. Por eso el Vaticano II nos recuerda la primacía de la oración y de la contemplación, por mucho que urjan las necesidades materiales (P. C. 7).

Por otro la reprensión de Jesús a Marta, ¿no es un reproche para la gente de nuestro tiempo? ¿No es ésta una especie de radiografía del hombre moderno?

S. Benito hizo la síntesis: “Ora et labora”. La Congregación Marta y María, que atiende nuestra Casa Sacerdotal, se esfuerza por conseguirla.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR! ¡BUEN VERANO!

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