ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo de Resurrección C

¡Por fin hemos llegado a la Pascual!

Hemos venido por el camino de la Cuaresma, que es el mejor camino, el único camino que conduce hasta aquí.

Es lógico que estemos contentos: ¡Jesucristo ha resucitado, es decir, ha pasado de la muerte a vida, de la cruz a la resurrección! ¡Quiere decir que el Padre, en el Cielo, ha aceptado el Sacrificio de su Hijo en la tierra, y ha llegado la salvación! Hablamos en términos humanos. De aquí viene la inmensa alegría de la Pascua y de toda la vida. ¡Todo ha cambiado de rumbo y de sentido! Incluso nos felicitamos unos a otros, como si nos hubiera tocado la mejor de las loterías.

Ya Jesús nos ha enseñado, con toda claridad y firmeza, que el sufrimiento y la muerte no son el fin de todo, que no terminan en sí mismos, sino que son camino, paso, pascua.

¡Pues esta es la Pascua! Celebramos hoy la solemnidad de la Resurrección del Señor, con inmensa alegría.

¡Es la noticia! ¡La gran noticia que, cada año, conmueve al mundo, desde el núcleo mismo de su existencia!

¡El sufrimiento y la muerte han sido vencidos! El momento culminante de esta victoria es la Venida Gloriosa del Señor: “Primero Cristo como primicia, después, cuando Él venga, todos los que son de Cristo”, nos enseña San Pablo. (2Co 15, 23). ¡Aún así, en la espera, nos llenamos de consuelo y esperanza! ¡Es la certeza de la fe, que nos transmite el Apóstol, como el mejor regalo de Pascua!

Aunque no tenemos prisa por decirlo todo hoy. Tenemos ahora la Octava de Pascua, y, además, todo el Tiempo Pascual. Son, en total, 50 días de celebración, de alegría y de fiesta. ¡El problema, nos dicen los entendidos en estas cosas, es mantener el clima de alegría y de fiesta durante tanto tiempo! ¡Pues, hay que intentarlo!

El Tiempo Pascual se ha llamado “la cuaresma de la alegría” ¡Y no hay fiesta como ésta en el mundo: 40 días de preparación, la Cuaresma, y 50 de celebración, la Pascua y el Tiempo Pascual.

El Evangelio de este año C nos presenta a las mujeres olvidadas de la resurrección, camino del Sepulcro. Ellas, como los discípulos, no entendían nada de resurrección. Y van al Sepulcro con los aromas, para terminar de embalsamar el cuerpo del Señor. ¡Y había resucitado! Y se les presentan dos ángeles que les aclaran el misterio: “Acordaos de los que os dijo estando todavía en Galilea: el Hijo del Hombre tiene que ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y al tercer día resucitar”. ¡Claro que se acordaron! ¡Y temblaban de alegría…! Y se fueron corriendo a comunicarlo a los apóstoles y a los demás, que estaban con ellos. Pero éstos lo tomaron por “cosa de mujeres”, por “un delirio” y no las creyeron. Sin embargo, Pedro salió corriendo al Sepulcro…

Ahora nos toca a nosotros anunciar este acontecimiento a todos y por todas partes, aunque lo tomen también por un delirio, y no nos crean. Lo nuestro es cumplir el encargo, o mejor, el mandato del Señor, y salir a comunicarlo. ¿Es que no tenemos que ser una Iglesia en salida misionera?

La Virgen María no es sólo la Madre del Crucificado, la Señora de los Dolores, sino también la Madre del Resucitado. Y también nuestra Madre en el orden de la gracia. Ella no iba al Sepulcro con las demás mujeres, ella no se ha olvidado de la Resurrección, y se mantiene a la espera, en la firmeza humilde de la fe: ¡La Palabra de Jesús, su Hijo, no puede fallar! Tampoco ella ha tenido que esperar la Vuelta del Señor, para participar plenamente de su Pascua, sino que, terminada su vida en la tierra, ha sido glorificada y llevada en cuerpo y alma al Cielo. El Vaticano II nos ofrece una verdad que nos sirve siempre de aliento, consuelo y esperanza: ¡La Virgen María es ya en el Cielo, lo que nosotros, con toda la Iglesia, esperamos y ansiamos ser!

¡Ella es, por tanto, como un espejo hermoso en el que se mira cada día la Iglesia peregrina, especialmente, en este tiempo de Pascua!

Digamos ahora, al menos, que el Bautismo es el primer sacramento por el que participamos del Misterio Pascual. Lo recordamos, especialmente, esta Noche Santa, en la Vigilia, en la que renovare-mos nuestro Bautismo, con el mejor espíritu. ¡Este es el objetivo principal de la Cuaresma!

¡Es la vida de los resucitados con Cristo! Pertenecen a una humanidad nueva! ¡El Papa San Pablo VI la llamó ¡la civilización del amor!

¡Felices Pascuas! ¡Aleluya!

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