¡Los regalos son hoy los protagonistas del día!
Los regalos son buenos en sí mismos; pero una preocupación excesiva o un poco descontrolada por ellos, puede mermar e, incluso, anular la celebración de esta Solemnidad tan preciosa de la Epifanía del Señor, hasta dejarla casi en nada. Es lo que sucede con mucha frecuencia.
Epifanía significa “manifestación en lo alto”. Dios, que manifiesta con una estrella, el nacimiento de su Hijo a unos Magos de Oriente y, en ellos, a todos los pueblos de la tierra no pertenecientes a Israel, el pueblo elegido.
Pero, en realidad, la Solemnidad de la Epifanía encierra tres acontecimientos o manifestaciones del Señor: La manifestación a los Magos de Oriente, de la que hablaremos ahora, la manifestación a Israel, con ocasión de su Bautismo y la manifestación, especialmente, a sus discípulos, en las Bodas de Caná.
Los regalos son buenos en sí mismos; pero una preocupación excesiva o un poco descontrolada por ellos, puede mermar e, incluso, anular la celebración de esta Solemnidad tan preciosa de la Epifanía del Señor, hasta dejarla casi en nada. Es lo que sucede con mucha frecuencia.
Epifanía significa “manifestación en lo alto”. Dios, que manifiesta con una estrella, el nacimiento de su Hijo a unos Magos de Oriente y, en ellos, a todos los pueblos de la tierra no pertenecientes a Israel, el pueblo elegido.
Pero, en realidad, la Solemnidad de la Epifanía encierra tres acontecimientos o manifestaciones del Señor: La manifestación a los Magos de Oriente, de la que hablaremos ahora, la manifestación a Israel, con ocasión de su Bautismo y la manifestación, especialmente, a sus discípulos, en las Bodas de Caná.
La manifestación a los Magos de Oriente centra hoy nuestra atención. Esta fiesta nos dice que Jesucristo ha venido para todos los hombres de todos los pueblos, judíos y gentiles. El regalo, centro de nuestra atención este día, nos puede ayudar a comprender el sentido de esta celebración:
En la Natividad del Señor y en su Octava, celebramos que Dios Padre nos ha hecho un gran regalo, el mejor regalo. Nos ha querido tanto, que nos ha dado a su Hijo. Por eso, la Iglesia entera salta de gozo la noche de Navidad, proclamando: "Un Niño nos ha nacido, un Hijo se nos ha dado". Y también: “Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor”. La Epifanía viene a subrayar con fuerza que ese “regalo” es para todos. Es lo que dice San Pablo en la 2ª lectura: “Que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo Cuerpo, y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el evangelio".
Los judíos tenían “La Ley y los Profetas”. Por eso, cuando pregunta Herodes, exaltado, dónde tenía que nacer el Mesías, enseguida le dicen: "En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos, la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”.
¿Y los otros pueblos no pertenecientes a Israel?
Les manifiesta este acontecimiento, adaptándose a su mentalidad: Ellos creían que el nacimiento de los personajes importantes venía acompañado de la aparición de un astro en el cielo. S. Mateo nos presenta esa “revelación” a los Magos de Oriente de una manera muy bella.
En esta fiesta contemplamos cómo Cristo ha venido para todos, pero que no todos, ni mucho menos, le conocen y disfrutan de sus dones; que a todos no ha llegado “el regalo”, los tesoros de salvación de los que nos habla S. Pablo (Ef 1, 7-9). Y eso, según el mensaje de este día, no es justo, no está nada bien. No podemos acaparar el Don de Dios para nosotros solos, en una especie de “egoísmo religioso”.
Por eso, hoy es el día misionero, por excelencia, de la Navidad. Para recordar a todos los que no conocen a Jesucristo, y a los que, habiéndole conocido, se han apartado o alejado de Él. Recordamos y celebramos este día, que pertenecemos a una Iglesia que es misionera, por su misma naturaleza, y a la que el Vaticano II llamó “Luz de las Gentes”.
Hoy también es un día apropiado para dar gracias a Dios, porque “la estrella”, la luz de la fe, ha brillado también para cada uno de nosotros, y para pedirle que también nosotros, con nuestra palabra y nuestro testimonio de vida, seamos “estrella” que conduce a todos a la salvación, hasta que lleguemos a “contemplar, cara a cara, la hermosura infinita de su gloria”.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
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