ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Fiesta del Bautismo del Señor C

Con ocasión del Bautismo de Jesucristo, se produce una gran manifestación de su persona y de su misión. Por eso, este acontecimiento pertenece a la Solemnidad de la Epifanía, como recordábamos el otro día.El Evangelio de hoy nos dice que “en un bautismo general Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el cielo, bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma, y vino una voz del cielo: Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”.

Es, por tanto, una gran manifestación de Jesucristo, e incluso, de la Santísima Trinidad. El himno de Vísperas dice: “Y así Juan, al mismo tiempo, vio a Dios en personas tres, voz y paloma en los cielos y al Verbo eterno a sus pies”.

De este modo, se hace realidad lo que escuchamos en la primera lectura: “Se revelará la gloria del Señor y la verán todos los hombres juntos…” En efecto, en la Navidad se experimenta, de un modo especial, lo que leemos en el Evangelio de S. Juan: “Hemos contemplado su gloria, gloria propia del Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14).

Juan el Bautista nos habla en el Evangelio, de aquel que nos “bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Es el fuego que purifica y el agua que, además de purificar, da vida. El prefacio de la Misa dice: “En el Bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos para manifestar el misterio del nuevo Bautismo…” Éste es purificación del pecado y nacimiento de la vida de Dios en nosotros; porque cuando alguien es bautizado, el Espíritu Santo infunde en su interior una participación creada del “Ser de Dios”, de la naturaleza divina, por lo cual nos llamamos y somos hijos de Dios (1 Jn 3, 1). San Pablo dirá que “somos miembros de la familia de Dios” (Ef 2, 19).

Precisamente, los santos Padres resumen todo el Misterio de la Navidad diciendo que “El Hijo de Dios se hizo hombre para hacer al hombre hijo de Dios”. ¡Cuánta grandeza!

Hoy es un día apropiado para reflexionar sobre el Bautismo, para celebrar el Bautismo, para renovar nuestro Bautismo y para tratar de la problemática del Bautismo de niños.

Bautizar a un niño, recién nacido, es algo muy hermoso y muy importante. ¡Recordemos nuestro propio Bautismo! Pero garantizar su educación cristiana, por parte de los padres y padrinos, se hace, a veces, difícil o muy difícil. Y me parece que hemos de proceder como mucha cautela, porque se trata de una vida, “la vida de Dios en nosotros”.

Se nos exige, por tanto, mantener un equilibrio, muchas veces difícil, entre la grandeza y gratuidad del don de Dios, y la necesidad de que, desde muy pronto, el niño lo descubra y lo viva. ¡Hemos reconocer que muchas veces la realidad del Bautismo queda como sepultada en la vida del niño! ¡Y esa es una realidad muy grave, qué tendríamos que estudiar y resolver con urgencia!

Y los sacerdotes tenemos en esto una gran responsabilidad, y no hemos de tener miedo, porque hacemos un gran bien, cuando, según las orientaciones de la Iglesia, aplazamos el Bautismo, o empleamos otros medios en orden a garantizar la formación cristiana del niño. ¡Se trata de un problema de conciencia para el sacerdote que bautiza! ¡Y aquí “la pastoral de conjunto” se hace más necesaria que nunca!

Esta Fiesta del Bautismo del Señor es también muy apropiada, como decíamos antes, para renovar nuestro propio Bautismo. Si lo hacemos así, revivimos el don de Dios en nosotros, y actualizamos nuestra adhesión a Jesucristo y nuestro deseo de avanzar en su seguimiento. Y de este modo, salimos de la Navidad con los ojos fijos en el Hijo de Dios, que comienza su Vida Pública.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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