ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 12º del T. Ordinario C


¡La vida y la actuación de Jesucristo despiertan numerosos interrogantes!

Por eso, cuando Jesús pregunta a sus discípulos qué dice la gente de Él, le contestan: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas”.

Después les pregunta: ¿y vosotros quién decís que soy yo?

Entonces “Pedro tomó la palabra y dijo: El Mesías de Dios”.

Era normal que les advirtiera que no podían decírselo a nadie, porque el Mesías era aquel personaje que esperaban con fuerte anhelo los judíos, aquel en quién tenían puestas todas sus ilusiones y esperanzas, porque iba a ser su liberador. Y ¡fuerte conmoción se hubiera originado si lo dicen por todas partes...! ¡Y no era éste el camino elegido por el Señor!

Lo que nadie podía admitir ni siquiera imaginar era que el Mesías tuviera que padecer y morir.

Aquel personaje glorioso que los judíos esperaban, como decía antes, ¿cómo iba a terminar en la muerte, como un fracasado, como un perdedor? ¡Imposible! ¡Inadmisible! Porque lo de resucitar, ellos no lo entendían.

Pero hay más, el que quiera seguirle, ser su discípulo, nada de primeros puestos y buena vida... Tiene que seguir el mismo camino: “que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”.

¡Lógico que enseguida fuera la Transfiguración! (9, 28-36).

Ya la primera lectura de hoy anuncia llanto y luto en Jerusalén, porque el hijo único ha sido traspasado.

Estamos acostumbrados a ver que, cuando hay una campaña electoral, como ahora, y los candidatos presentan sus programas, señalan principalmente los puntos más atrayentes para los electores y tratan de ocultar o disimular los aspectos menos agradables. Jesús lo hace casi al revés: señala el verdadero programa de su seguimiento, con sus dificultades y sus inconvenientes. Más todavía, nos invita a pensarlo bien, como el que quiere construir una torre o dar la batalla a un enemigo (Lc 14, 28-32).

Y siempre será verdad lo que San Juan Pablo II escribía a jóvenes que se iban a reunir con él en Santiago: “el descubrimiento de Jesucristo es la aventura más importante de vuestra vida”.

¡Es ciertamente un don muy grande de Dios!

En la segunda lectura S. Pablo nos advierte que seguir a Jesucristo es estar incorporado a Él, haber sido revestido de Él, y ser partícipes de un mismo Cuerpo; por eso, “ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús”

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vía Lucís en Arafo

Hoy, 19 de abril, con la misma alegría que se siente en la mañana de Resurrección, un grupo del movimiento Vida Ascendente de El Asiprestajo...