ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 3º de Adviento C


“¿Entonces, qué hacemos?”

Esta pregunta, que le hace la gente a Juan el Bautista, nos puede servir hoy a nosotros, en este tiempo de preparación para la Navidad.

El domingo pasado contemplábamos a Juan, que nos invitaba a preparar los caminos del Señor porque Jesucristo viene a salvar a su pueblo, a cada uno de nosotros.

Aquello era muy interesante, pero no concretaba mucho, teníamos que hacerlo nosotros.

La celebración de la Concepción Inmaculada de la Virgen nos ayudaba a concretar un poco más. La oración de la Misa decía: “Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María, preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo, la preservaste de todo pecado…”

Y proclamábamos: ¡exenta de pecado y llena de gracia! Pues así, decíamos, tenemos que prepararnos nosotros para la Navidad.

Pero el Evangelio de hoy lo precisa todavía más, porque la gente va a Juan y le pregunta: “¿Entonces, qué hacemos?” Y los publicanos y los militares, lo mismo.

A la gente le pide que comparta su ropa y su comida; y a los publicanos y a los militares, el recto ejercicio de su deber.

Me parece que es fácil traducirlo a nuestra propia vida, a nuestra propia situación.

Y el evangelista continúa diciendo: “Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia”.
¡Hoy es la Iglesia la que la anuncia!

De ahí la alegría de este domingo, que, desde antiguo, se llama “Gaudete”. Es el mensaje de la segunda lectura: “Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres”. “El Señor está cerca”.

En la oración de la Misa de este domingo, le decimos al Señor: “Concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”.

¡Es el gozo de la salvación que llega!

Y no vale cualquier tipo de alegría; hace falta ¡la alegría desbordante! ¡A veces es la alegría la que se nos hace difícil!

Esta es la misma salvación que anuncia el profeta Sofonías en la primera lectura: “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel, alégrate y gózate de todo corazón, Jerusalén”.

Es muy grande la salvación que nos trae el Señor: Liberación del pecado y del mal y sobreabundancia de bienes, hasta el punto de hacernos hijos de Dios.

¿No son éstos motivos de la máxima alegría?

Por todo ello, proclamamos en el salmo: “Gritad jubilosos: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”.

BUEN ADVIENTO! ¡FELIZ DOMINGO!

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