ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 32º del T. Ordinario B


¡Dios se fija en nosotros cuando hacemos el bien!

El Evangelio de hoy nos hace esta gran “revelación”.

¡Y nos llega al alma!

Estamos acostumbrados a oír desde pequeños: “¡Te estás portando mal y Dios te está mirando!”

Y es verdad…, pero esto otro también es verdad, y lo pensamos, lo vivimos y lo decimos menos.

Es lo que nos narra el Evangelio acerca de aquella viuda pobre que echa su ofrenda en el cepillo del templo. Jesús no sólo la mira, sino que además, llama a los discípulos para comentarlo, y les hace saber que aquella pobre mujer ha echado más que nadie, todo lo que tenía para vivir.

En situaciones difíciles, hay personas que se abandonan en manos de Dios, a veces, de un modo heroico, diciendo: “Él lo ve todo, Él lo sabe todo”.

Esta verdad que comentamos puede ayudar a mucha gente que no se siente valorada por lo que es o por lo que hace. Gente que está herida y frustrada porque nadie le da importancia, ni a ella, ni a sus cosas: nadie le valora y, mucho menos, le recompensa.

Frente a aquellos escribas a quienes “les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza…,” el Señor dice a sus discípulos que, cuando hagan limosna, cuando recen o cuando ayunen, no busquen la mirada complaciente de la gente sino la del Padre del Cielo, que está en lo escondido y el Padre que ve en lo escondido les recompensará (Mt 6,1-18).

Y San Pablo, escribiendo a los colosenses, se dirige a los esclavos cristianos: “Lo que hacéis, hacedlo con toda el alma, como para servir al Señor y no a los hombres, sabiendo que recibiréis de Él en recompensa, la herencia. Servid a Cristo Señor” (Col 3,23-24).

Pocas cosas nos moverán más a la generosidad, a la entrega, al trabajo bien hecho como esta verdad.

Y de generosidad nos hablan también las demás lecturas de hoy: En la primera, contemplamos a otra viuda pobre, que se fía de la palabra del profeta Elías hasta tal punto, que le hace un panecillo con la última harina y el último aceite que le queda.

Pero el prototipo de generosidad es Jesucristo, el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, que ha hecho de su vida una ofrenda “para quitar los pecados de todos” y ahora está ante el Padre intercediendo por nosotros (2ª Lect.).

Estos textos que comentamos hoy, pueden servirnos de preparación para celebrar el próximo domingo, el Día de la Iglesia Diocesana, en que se presentará el nuevo Plan Diocesano de Pastoral para los próximos cinco años.

¡Que sea una Jornada provechosa para todos!

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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