ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 29º del T. Ordinario B


De camino hacia Jerusalén, Jesús les anuncia por tercera vez a sus discípulos, su Muerte y Resurrección. Del Evangelio se destacan estas palabras del Señor: “El Hijo del Hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos”.

La primera lectura nos presenta un fragmento del Cántico del Siervo de Yahvé, en el que nos anuncia que Dios quiso “triturarlo” con el sufrimiento, que cargará con los crímenes de todos y que entregará su vida como expiación. Y la consecuencia de todo esto, nos la presenta la misma lectura, y también la segunda, de la Carta a los Hebreos: “Por eso, acerquémonos con seguridad al Trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente”.

Y cómo contrasta el anuncio de la Pasión del Señor, con la pretensión de los hijos de Zebedeo: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.

Mientras Jesucristo les habla de sufrimientos y de entrega hasta la muerte, ellos piden ser los más importantes en el Reino.

Si observamos la reacción de los doce a los tres anuncios de la Pasión, comprendemos hasta que punto los discípulos estaban ajenos y eran contrarios a esa realidad: “No entendían nada y les daba miedo preguntarle”(Mc 9,32).

Nos dice el texto: “Los otros diez al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan”. Pero Jesucristo resuelve la cuestión para siempre, diciéndoles que en el Reino las cosas no funcionan como entre los jefes de los pueblos, que los tiranizan y los oprimen: “Vosotros nada de eso”, dice. “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.

Ojalá grabáramos bien en el alma aquellas palabras: “Vosotros nada de eso”.

Hace algunos domingos (Dom. 25º), que reflexionábamos sobre todo esto, comentando lo sucedido después del segundo anuncio de la Pasión; y Jesucristo nos trazaba el verdadero camino para ser grandes e importantes en el Reino: Servir y dar la vida.

Este es el espejo en el que tenemos que mirarnos siempre los cristianos y la Iglesia entera, en nuestro esfuerzo por ser verdaderos discípulos de Jesucristo.

El DOMUND nos presenta en esta Jornada toda una problemática que no es ajena, ni mucho menos, a la Liturgia de este domingo.

Los misioneros ¿qué otra cosa hacen que servir y dar la vida? ¿Qué hacen sino ser testigos y mensajeros de la misericordia de Dios, como se nos dice en el lema o slogan de este año?

¡Cuántas reflexiones podríamos hacer aquí!

Termino señalando que servir y dar la vida es, en definitiva, un don de Dios, que Él concede a los que se lo piden con fe y perseverancia y con un deseo sincero de conseguirlo. 

 ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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