Es un misterio sobre el que nunca reflexionaremos bastante: el Hijo de Dios vive en familia la mayor parte de su vida! En Navidad lo contemplamos así a cada paso: En Belén, en el destierro de Egipto y, sobre todo, en Nazaret. Con todo, ¡dedicamos un día de la Navidad a celebrar la Fiesta de la Sagrada Familia!
La Navidad se celebra en familia y conscientes de que pertenecemos a la gran familia de los hijos de Dios, que es la Iglesia.
¡La Jornada de hoy, que promueve la Conferencia Episcopal, centra nuestra atención en la Familia y la Vida!
A mí me gusta siempre hablar del “secreto del Hogar de Nazaret”: ¿Por qué en la familia de María y José, a pesar de la pobreza y las dificultades, se encuentra ese ambiente de paz, bienestar, comunión y alegría?
¡Yo no tengo ninguna duda! ¡Por la presencia de Jesucristo allí! Porque Jesús no estaba presente sólo físicamente en aquel bendito Hogar, sino también en el corazón de la Virgen María y de S. José.
Me parece que es esta una gran lección para nuestras familias en el ambiente en el que vivimos. Y también para la Iglesia: ¡Jesús en el corazón de todos y de cada uno!
Y en la familia cristiana esta presencia viene garantizada por un sacramento. ¡El sacramento del matrimonio! En la introducción que hace el sacerdote al consentimiento matrimonial, dice: “Cristo bendice copiosamente vuestro amor conyugal. Y Él, que os consagró un día con el santo Bautismo, os enriquece hoy y os da fuerza, con un sacramento peculiar, para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir las demás obligaciones del matrimonio”.
La Navidad se celebra en familia y conscientes de que pertenecemos a la gran familia de los hijos de Dios, que es la Iglesia.
¡La Jornada de hoy, que promueve la Conferencia Episcopal, centra nuestra atención en la Familia y la Vida!
A mí me gusta siempre hablar del “secreto del Hogar de Nazaret”: ¿Por qué en la familia de María y José, a pesar de la pobreza y las dificultades, se encuentra ese ambiente de paz, bienestar, comunión y alegría?
¡Yo no tengo ninguna duda! ¡Por la presencia de Jesucristo allí! Porque Jesús no estaba presente sólo físicamente en aquel bendito Hogar, sino también en el corazón de la Virgen María y de S. José.
Me parece que es esta una gran lección para nuestras familias en el ambiente en el que vivimos. Y también para la Iglesia: ¡Jesús en el corazón de todos y de cada uno!
Y en la familia cristiana esta presencia viene garantizada por un sacramento. ¡El sacramento del matrimonio! En la introducción que hace el sacerdote al consentimiento matrimonial, dice: “Cristo bendice copiosamente vuestro amor conyugal. Y Él, que os consagró un día con el santo Bautismo, os enriquece hoy y os da fuerza, con un sacramento peculiar, para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir las demás obligaciones del matrimonio”.
Retengamos estas tres palabras: Bendice, enriquece y da fuerza! Y si esto es así, ¿qué más se puede pedir?
“Nuestra capacidad viene de Dios”, decía S. Pablo (2 Co 3, 5). Y esto lo podemos aplicar al matrimonio. ¡Es la única manera de llegar a ser buenos esposos y buenos padres!
Como aprendemos siempre en la Palabra de Dios, ¡el éxito en la vida, y también en el matrimonio, viene de Dios, y Él lo quiere dar a todos! Por eso, dice el salmo: “Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos” (127, 1-2).
Recuerdo que este año, en unas Bodas de Oro en la parroquia, decía que aquel matri- monio no había llegado a los 50 años, porque habían “tenido suerte” o porque vida de familia les ha resultado más fácil, sino por estos tres motivos: a) Porque se han casado por la Iglesia y han aprovechado la gracia del sacramento que recibieron. b) Porque ha sido siempre un matrimonio de cristianos practicantes, y c) Porque han acertado a ir construyendo y reconstruyendo su matrimonio cada día, a lo largo de toda la vida.
¡Esto se me quedó grabado y suelo repetirlo algunas veces!
Hoy es un día apropiado para recordar y renovar el “Credo de la Familia y de la Vida”. Recordarlo y renovarlo, especialmente, cuando desciende el número de matrimonios por la Iglesia y nos invade un cierto pesimismo ante la realidad del matrimonio cristiano en el futuro. Y también ¡cuando hay tantas deficiencias y tantas faltas de respeto a la vida!
Además, siempre me sorprende constatar cómo el Señor no libera a la Sagrada Familia de ningún problema. ¡Sólo les acompaña y les ayuda! Lo contemplamos en el Evangelio de hoy, cuando se pierde el Niño y sus padres lo andan buscando, angustiados, tres días, hasta que lo encuentran en el templo, escuchando y haciendo preguntas a los maestros de Israel.
En esta fiesta preciosa se nos recuerda que ¡La familia es fuente y guardiana de la vida! Que sepamos acogerla y respetarla desde su concepción hasta su término natural.
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
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