ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 25º del T. Ordinario B

Lógico que los apóstoles se quedaran callados, "azorrados", cuando Jesús les pregunta de qué discutían por el camino. Mientras Él les hablaba de sufrimientos, de cruz y de muerte, ellos discutían sobre su tema favorito: ¡Quién era el más importante en el nuevo reino, que ellos pensaban que venía a instaurar!

Pero Cristo no destruye aquel afán, aquel deseo, sino que les señala el verdadero camino para conseguirlo: "El que quiera ser el primero que sea el último de todos y el servidor de todos". ¡Y esta enseñanza del Evangelio es siempre actual!

También hoy estamos envueltos por la mentalidad de ser gente importante en la vida social, económica y política. Y también, tantas veces, en la vida de la Iglesia. Muchas veces, incluso, en la vida familiar. “¡Que me sirvan!” podría ser el slogan.

¡Parece que se ha instalado por todas partes la ley del más fuerte!

Y Jesucristo coge un niño, signo de lo pobre, débil y puro, lo coloca entre los discípulos y lo abraza, para enseñarnos el verdadero camino para ser grandes e importantes.

Y también es verdad que, a cada paso, encontramos a muchos hombres y mujeres, que han hecho de su vida un servicio, por amor a Dios y a los hermanos.

¡Y, de algún modo, este espíritu siempre ha estado en el corazón de la Iglesia!

Recuerdo que, cuando era pequeño, nos enseñaban que, si nos preguntaban nuestro nombre, teníamos que añadir: “Para servirle a Dios y a Vd”. Y también que, cuando, en una conversación, nos referíamos a nosotros mismos, no debíamos decir “yo” sino “un servidor”. Es la influencia de la cultura cristiana, que constamos con frecuencia.

¡Y esto está al alcance de todos!

Si nos dijeran que para ser grandes e importantes, “para ser el primero”, teníamos que ser sabios o ricos o famosos, no todos podríamos aspirar a ese ideal. Pero si lo que se nos pide es servir, ¡ah! eso puede aprenderse con cierta facilidad; especialmente, en un mundo, como el nuestro, lleno de necesidades de todo tipo. ¡Se trata de proponérselo, con la ayuda de Dios!

Y Jesucristo es el prototipo de este estilo de vida. En el texto paralelo de S. Mateo (20, 28), nos dice: “Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido sino para servir y dar la vida en rescate por muchos”.

¡Perfecto! ¡Servir y dar la vida! ¡Servir hasta dar la vida! ¡Es muy difícil, como actitud constante, pero llena el corazón de alegría!

La segunda lectura nos presenta el peligro que supone, para la vida de la comunidad cristiana, el otro espíritu: “Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males…”

Ahora, que comienza el curso, qué importante sería que nos propusiéramos, como tarea, aquel ideal: “El último de todos y el servidor de todos”. Es el lema episcopal de D. Damián, nuestro Obispo emérito. Llegaríamos, entonces, hasta sentir vergüenza de pretender para nosotros un camino distinto del que siguió Jesucristo, Nuestro Señor y Salvador.



¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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