
Jesús se nos manifiesta como el Pastor Bueno, porque hay también pastores malos: aquellos fariseos que le escuchan y toda la clase dirigente de Israel, que se han sentado en la “Cátedra de Moisés” (Mt 23,2ss). Recordemos también la enseñanza del profeta Ezequiel sobre los malos pastores (Ez 34,1-25), y la de Jeremías, que nos anuncia pastores según el corazón de Dios (Jer 3,15).
Todos sabemos lo que hace un pastor, cuidar de su rebaño: guía a las ovejas, las cuida y las alimenta. Cura a la enferma, está pendiente de las más débiles, busca a la que se ha perdido. Podríamos decir que atiende al conjunto de las ovejas, y a cada una en particular. Pero lo específico de Jesucristo, es llegar hasta “dar la vida” por el rebaño, porque Jesús no es un asalariado a “quien no le importan las ovejas”, como sucedía con los malos pastores.
“Yo soy el buen Pastor –dice- que conozco a las mías y las mías me conocen… Yo doy mi vida por las ovejas”. Y éstas no son palabras huecas, hiperbólicas, o imaginarias, porque esto es lo que estamos celebrando en este Tiempo de Pascua. Por eso, la Iglesia, exultante de gozo, proclama este día: "¡Ha resucitado el buen Pastor, que dio la vida por sus ovejas y se dignó morir por su grey. Aleluya!” De esta forma realizó la salvación. La primera lectura nos presenta a San Pedro, lleno del Espíritu Santo, que dice ante el Sanedrín: “Jesús es la piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar y, bajo el cielo, no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos”. Y la salvación que Él nos ha obtenido y nos ofrece a todos, no sólo nos libera del pecado y nos reconcilia con Dios Padre, sino que llega hasta hacernos hijos de Dios, como escuchamos en la segunda lectura. San Juan, en efecto, lleno de asombro, escribe: “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”. ¡Y con todas sus consecuencias!
Todo esto nos llena de una inmensa alegría y nos mueve a la alabanza y a la acción de gracias a Jesucristo y a Dios Padre que nos lo envió.
Desde hace muchos años se celebra este domingo, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones: Jesús, en su ausencia visible, nos invita a todos a cooperar con Él en la hermosa tarea de ser el Buen Pastor de su pueblo; y elige, de una manera particular, a muchos hombres y mujeres, para que dediquen todo su tiempo, todo su corazón y toda su vida, a esta tarea apasionante, como sacerdotes, religiosos, misioneros, consagrados en medio del mundo. Y por eso se llaman “vocaciones de especial consagración al servicio de la Iglesia”. Y, como es Dios, el que llama, el que tiene la iniciativa, se dedica esta Jornada a la oración, para que el Dueño de la mies envíe abundantes obreros –ellos y ellas- a sus campos. A todos los miembros de la Iglesia se nos urge, por tanto, en esta Jornada, orar y trabajar para que haya muchas vocaciones; porque el Buen Pastor ha querido tener necesidad de nosotros, también para hacer resonar su voz en el corazón de los que Él llama. Por eso la abundancia o escasez de vocaciones depende también de nuestra preocupación, de nuestra oración y de nuestro trabajo.
¡Qué hermosa es la tarea de suscitar en medio de la Iglesia, las vocaciones de especial consagración a su servicio! ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
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