ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 3º del T. Ordinario B

Estamos contemplando en estas primeras semanas del Tiempo Ordinario, el comienzo de la Vida Pública de Jesús. Podríamos decir que el texto de este domingo, es el comienzo de su ministerio según S. Marcos, el evangelista que nos guía y acompaña este año. Su Evangelio nos presenta a Jesucristo, primero, como el Mesías que tenía que venir, y, más tarde, caminando hacia Jerusalén donde tendrá lugar su Pasión, Muerte y Resurrección. El marco de su ministerio no será Jerusalén, la Ciudad Santa, sino la región de Galilea, que en alguna ocasión se llama “la Galilea de los gentiles”.
Y ¿qué dice, qué enseña el Señor? Lo primero que dice es: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia”. ¡Impresionante! Es decir, ¡han llegado los tiempos soñados! ¡Los tiempos del Mesías! Todo aquello que los profetas anunciaron y que los judíos esperaban ardientemente, ha llegado ya; y ahora se anuncia como Buena Noticia, como la mejor noticia. ¿Y en qué consiste? Se trata de que el Mesías ha venido, como decía, y está cerca el Reino de Dios, que en S. Mateo se llama Reino de los Cielos. ¿Y eso qué significa? Simplificando mucho, podríamos decir que el Reino de los Cielos es, algo así, como la “forma de vida que hay en el Cielo”, donde está establecido el Reinado de Dios que Cristo viene a traer a la tierra. 

Ahora entendemos perfectamente que Jesucristo hable de la urgencia y de la necesidad de la conversión. ¡Es que la tierra nos parece tan distinta a lo que debe ser el Cielo! ¡Los valores, los criterios y las formas de vida de este mundo, deben ser tan distintos de los del Reino de Dios! Por tanto, la necesidad de cambiar de manera de pensar y de actuar es evidente. Primero, de forma de pensar: es lo que se llama en griego “metanoia”, el cambio de mentalidad, hasta que lleguemos a tener “el pensamiento de Cristo” (1Co 2, 16). Y luego, viene el actuar en consecuencia. ¡Esto es acoger y dar fe a la Buena Noticia! Y cuando esto sucede, la tierra se va pareciendo algo al Cielo. Cuando no lo acogemos, cuando lo rechazamos, sucede lo contrario. Oímos decir, tantas veces: “Esto parece un infierno”; “este mundo es un valle de lágrimas”.

Cuando estamos imbuidos de esta mentalidad, razonamos como nos enseña San Pablo en la segunda lectura: hemos de vivir desprendidos de todo, porque “la representación de este mundo se termina”.

Un ejemplo precioso de conversión nos lo ofrece hoy la primera lectura, que nos presenta al profeta Jonás anunciando la destrucción de Nínive, la ciudad pecadora, y la conversión de los ninivitas a Dios, que no destruye la ciudad.

Este domingo hay una realidad que nos llama a la conversión: termina el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos; y eso nos anima a trabajar por el Reino de Dios, de modo que el rostro de la Iglesia sea cada vez más atrayente a los hermanos separados.

Los trabajos del Reino necesitan muchos obreros. (Mt 9,37-38). Jesús, pasando junto al mar de Galilea, llama a sus primeros discípulos: a Simón y a su hermano Andrés; a Santiago y a su hermano Juan. Ellos serán “pescadores de hombres”. No se nos narra el proceso de su vocación, sino su resultado: “Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”.

Se trata, en definitiva, de acoger el Reino de Dios, que Jesús anuncia, personifica y llevará a su plenitud, en su Venida Gloriosa.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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