¡Trabajar, esforzarse por tener lo necesario, es un bien, un deber!
Leemos en el Libro del Génesis: “Vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno” (Gn 1, 31).
Pero, como sucede con todas las cosas, ¡los bienes materiales se pueden usar bien o mal!
¡Con frecuencia se hace del dinero un dios! La segunda lectura nos previene de “la codicia y de la avaricia, que es una idolatría”; un dios ante el cual se sacrifica todo tantas veces, incluso, la propia conciencia y los valores más grandes y sagrados de la persona.
Muchas veces se vive encandilado por las cosas materiales, sin capacidad para valorar nada más allá del dinero o de lo material.
La Palabra de Dios de este domingo ridiculiza esta actitud y nos ofrece la verdadera solución.
La primera lectura nos dice que “hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que legarle su porción al que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia”. Y se pregunta: “¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto es vanidad”.
El Evangelio nos previene de toda clase de codicia. Pues, “aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. Y nos presenta la parábola del “rico insensato”, que concluye señalándonos la verdadera solución: “Así es el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”.
Leemos en el Libro del Génesis: “Vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno” (Gn 1, 31).
Pero, como sucede con todas las cosas, ¡los bienes materiales se pueden usar bien o mal!
¡Con frecuencia se hace del dinero un dios! La segunda lectura nos previene de “la codicia y de la avaricia, que es una idolatría”; un dios ante el cual se sacrifica todo tantas veces, incluso, la propia conciencia y los valores más grandes y sagrados de la persona.
Muchas veces se vive encandilado por las cosas materiales, sin capacidad para valorar nada más allá del dinero o de lo material.
La Palabra de Dios de este domingo ridiculiza esta actitud y nos ofrece la verdadera solución.
La primera lectura nos dice que “hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que legarle su porción al que no ha trabajado. También esto es vanidad y grave dolencia”. Y se pregunta: “¿Qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol? De día su tarea es sufrir y penar; de noche no descansa su mente. También esto es vanidad”.
El Evangelio nos previene de toda clase de codicia. Pues, “aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. Y nos presenta la parábola del “rico insensato”, que concluye señalándonos la verdadera solución: “Así es el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios”.
“¡Ser rico ante Dios!”. He ahí lo fundamental, lo que nunca falla ni defrauda. Por eso, el Señor nos invita a atesorar en el Cielo (Mt 6, 19-20); y la segunda lectura de hoy nos recomienda buscar “los bienes de arriba”.
Se trata, por tanto, de conseguir lo necesario para la familia y para sí mismo, pero sin hipotecar el corazón, sin dejarnos encandilar ni anular por nada, por muy valioso y atrayente que parezca.
Lo malo del rico de la parábola no fue conseguir una buena cosecha, sino su reacción: “Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: Túmbate, come, bebe y date buena vida”.
Pero de poco le sirvió, porque Dios le dijo: “Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”
Constatamos aquí la importancia y trascendencia de aquella recomen-dación del Señor: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6, 33).
¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!
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