ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 13º del T. Ordinario C

La segunda parte del Evangelio de S. Lucas, que comenzamos hoy, está estructurada como un camino hacia Jerusalén. El libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito también por San Lucas, se estructura al revés: De Jerusalén, a toda Judea, a Samaría y hasta los confines de la tierra, como había dicho el Señor (Hch 1, 8).​Domingo tras domingo, iremos contemplando los“hechos y dichos” de Jesús, en medio de este caminar hacia la Ciudad Santa. ¡Y el seguimiento de Cristo se va planteando en este contexto!

​Nosotros no conocemos con exactitud la naturaleza de las exigencias concretas de Cristo, que contemplamos en el Evangelio de hoy. Algunos dicen, por ejemplo, que “enterrar al padre” puede significar cuidarle hasta que muera, para seguir después al Señor. No lo sabemos.

​Lo cierto es que estas exigencias están situadas en medio del caminar hacia Jerusalén, y, por tanto, senecesita una respuesta rápida y radical. Y además, de esta manera, se quiere subrayar que el Reino de Dios está por encima de todo, también de los deberes familiares y personales. 

​Pero usar la fuerza, la violencia, la venganza, aunque sean del Cielo, como quieren los hijos de Zebedeo, no entra en los planes de Dios. Por eso Jesús les regaña y se marchan a otra aldea.

​Nosotros tenemos que seguir a Jesucristo con la libertad recta y madura, que nos enseña Pablo en la segunda lectura.



​En otro contexto, se sitúa la lectura del libro de los Reyes: Elías llama a Eliseo a un seguimiento radical, pero le da ocasión de despedirse de su familia y resolver sus asuntos más urgentes, antes de seguirle. ¡Circunstancias distintas!

​A nosotros puede sorprendernos todo esto, porque no estamos acostumbrados a poner a Jesucristo y a su Reino en el lugar que le corresponde. Si somos sinceros, cuántas veces lo dejamos para el último lugar: Primero yo, mi familia, mis cosas, mis intereses; y después, Cristo y su Reino. ¡Las sobras, como hacemos con el perro!

​También debemos retener aquellas palabras del Señor: “El que echa la mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”.

​Jesús habla, por tanto, de su seguimiento con toda claridad, para que no haya engaños. Por eso, cuando le dice aquel hombre: “Te seguiré adonde vayas”, Jesús le advierte: “Las zorras tienen madriguera y los pájaros, nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.

​Más elaborada está la doctrina de Pablo, que escuchamos hoy, y que nos anima a un seguimiento valiente de Cristo, viviendo según el Espíritu, y renunciando a los deseos y a las obras de la carne.

​Termino deseándoles todo lo mejor en este largo camino hacia Jerusalén, que constituye, este año, la Liturgia de cada domingo. Ojalá que, a cada paso, podamos ir repitiéndole al Señor, la expresión de aquel que le dice: “Te seguiré adonde vayas”.

​¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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