ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR. Domingo 3º de Adviento B


El Domingo 3º de Adviento se conoce, desde antiguo, con el nombre de “Domingo Gaudete”; y éste es un término latino que significa “alegraos”.

Las Navidades son unas fiestas muy alegres. Y ya sabemos que en las Navidades hay muchos motivos de alegría: la familia que se reúne, las comidas, las felicitaciones, los adornos navideños, los regalos, los villancicos… Todas esas cosas contribuyen a crear un ambiente, un clima, de alegría y de fiesta.

Pero a nosotros, los cristianos, nos interesa señalar cuál es “el motivo” de la alegría de la Navidad. Nos la señala la oración colecta de este día: “… Concédenos llegar a la alegría de tan gran acontecimiento de salvación y celebrarlo siempre con solemnidad y júbilo desbordante”.

Hay, por tanto, un motivo de gozo característico de estas fiestas: es una salvación tan grande que nos mueve al júbilo desbordante”. ¡Ojalá que la experimentemos!

S. Pablo, en la segunda lectura, nos invita a la alegría: “Estad siempre alegres”. A pesar de las crisis, de un tipo o de otro, a pesar de todo, siempre hay motivos de alegría! Ya la primera lectura nos presentaba al profeta Isaías, como mensajero de una buena noticia, que alegra el corazón del pueblo desterrado. El salmo responsorial recoge el Cántico de júbilo de la Virgen María en casa de su prima Isabel; y todos vamos repitiendo: “Me alegro con mi Dios”. Y, por último, en el Evangelio, contem-plamos a Juan el Bautista, que dice que el Mesías ha llegado, que está en medio de su pueblo; y él es la voz que prepara el camino. Por eso él es el mensajero de la verdadera alegría de la Navidad: la llegada del Salvador, ardientemente esperado. Lo contemplaremos hecho un Niño, que nace muy pobre en las afueras de Belén. Y llegamos a felicitarnos unos a otros por “la suerte” que hemos tenido, por “la lotería”, que nos ha tocado, por la liberación obtenida. ¡Las felicitaciones no son “una rutina.” Tienen un gran sentido!

Vemos, por tanto, que el motivo de la alegría de la Navidad no radica en cuestiones de tipo material o, simplemente, humano. Se trata de un motivo de orden espiritual y sobrenatural, que se expresa a través de todas las realidades gozosas, que señalábamos al principio.

¡Pero como no tengamos cuidado, nos quedamos sin la verdadera alegría de la Navidad!

Y tenemos que decirlo de un modo más concreto: si no conocemos a Jesucristo ni la salvación que nos trae, ¿de qué vamos a alegrarnos en las fiestas que se acercan? ¿Cómo va a celebrar con gozo la Navidad el que anda alejado de Dios, el que se resiste a la luz, el que no quiere dejar el mal, el pecado, si Él viene, precisamente, para arrancarnos del pecado y darnos la vida divina? ¿Cómo se va a alegrar estos días uno que no es capaz de valorar nada que no sea material, o los que sustituyen el Misterio asombroso de la Venida del Señor por unas simples fiestas sin contenido? ¿Por qué empeñarnos en celebrar unas navidades en paralelo a las navidades cristianas?

¡He ahí la necesidad del Adviento, que nos ayuda a reflexionar sobre todas estas cosas! ¡Sin Adviento verdadero no habrá una Navidad auténtica! Y hay otra alegría muy propia de la Navidad: la alegría de dar, de compartir. Que el Señor nos la conceda a todos. ¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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