ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR: ​Domingo 21º del T. Ordinario A

En medio del paisaje rocoso de Cesarea de Filipo, se produce una doble e impresionante revelación: La que hace el Padre del Cielo a Simón Pedro acerca de Jesucristo, y la que hace Jesucristo sobre su Iglesia.

Veamos: Jesús pregunta a sus discípulos quién dice la gente que es el Hijo del Hombre, y la respuesta es variada, pero todos piensan que se trata de alguien importante: Juan Bautista o alguno de los profetas, que ha resucitado. Luego les pregunta qué dicen ellos de Él. Y Pedro le responde:“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.

Jesús se da cuenta de que aquello no puede proceder de Pedro, sino que es revelación de lo Alto. Y se lo ayuda a comprender a todos. Entonces dirigiéndose a él, le dice“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia…”

Ya conocemos la dificultad que la “Doctrina del Primado” entraña en el camino ecuménico y en la misma mentalidad del hombre de hoy, pero, comprendemos aquí,que se trata de una verdad que atañe a la misma naturaleza de la Iglesia. Por eso, nos viene bien reflexionar este domingo sobre esta realidad, al mismo tiempo que alabamos y damos gracias al Padre por este misterio de fe,reconociendo que “sus decisiones son insondables e irrastreables sus caminos” (2ª Lect.). Y también oramosincesantemente a Dios por el Sucesor de Pedro (Hch 12, 5),para que le asista y le proteja.

Todos sabemos la importancia que tienen los cimientosen una casa o en cualquier edificación. Ya el Señor nos habla en una ocasión, de aquel hombre prudente que edificósu casa sobre roca, y del hombre necio, a quien se le ocurre construir una casa sin cimentación, sobre arena. (Mt 7,24-29) Y Jesús, que es el Hombre-Dios, infinitamente prudente, ¿cómo edificará “la Casa de Dios, que es la Iglesia del Dios vivo, columna y fundamento de la verdad?”(1Tim 3,15) ¿Sobre roca o sobre arena?

S. Pablo nos enseña que estamos “edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular” (Ef 2,20). Y el Vaticano II nos enseña que, con el fin de que los sucesores de los apóstoles, los obispos, fueran una sola cosa y no estuvieran divididos, “puso a Pedro al frente de los demás apóstoles e instituyó en él para siempre el principio y fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de la fe y de la comunión”. (Cfr. L. G. 18) Y entre los signos que señalan esa misión, se subraya hoy el de las llaves.

Ya sabemos lo que significan unas llaves. Nos convierten, por ejemplo, en dueños o administradores de una casa. Y el Señor Jesús le dice a Simón Pedro: “Te daré las llaves del Reino de los Cielos”; lo que ates en la tierra,quedará atado en el Cielo, y lo que desates en la tierra,quedará desatado en el Cielo”. En la primera lectura escuchamos: “Colgaré de su hombro (de Eliacín) la llave del palacio de David: Lo que él abra nadie lo cerrará, Lo que él cierre nadie lo abrirá”.

​En resumen, conscientes de la grandeza de esta doctrina y de la fragilidad de todo lo humano, proclamamos hoy con el salmo responsorial: “Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos”.

​​¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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