ECOS DEL DÍA DEL SEÑOR: Domingo 19º del T. Ordinario A


La imagen de Cristo caminando sobre el Lago embravecido, ha sido siempre algo muy querido para los cristianos. Con frecuencia, se compara a la Iglesia y a la misma vida del cristiano con una barca, surcando el mar de la existencia. Y es fácil que surja la tormenta. En el Lago de Galilea es un fenómeno normal y frecuente.

Después de aquella jornada de la Multiplicación de los panes y los peces, Jesús urge a los discípulos a pasar a la otra orilla, mientras Él se queda para despedir a la gente; luego sube a la montaña y en oración… Allí encuentra paz y sosiego después de aquel día tan intenso. Y desde allí contempla a los discípulos agobiados, luchando en medio del Lago, porque “el viento era contrario”. Entonces va en su ayuda caminando tranquilo sobre el mar, en medio de la tempestad.

¡Jesús caminando tranquilo sobre el oleaje! ¡Qué imagen más hermosa y más admirable! No deberíamos olvidarla nunca. Cuánta paz, confianza y consuelo despierta en nosotros.

¡Sobre el mar, tantas veces embravecido de nuestra vida, camina también el Señor! ¡Él es más fuerte que cualquier tempestad! Y cuando Él quiera, volverá la calma. En un primer momento, hasta la misma ayuda Dios se convierte para ellos en una gran dificultad. ¡Creen ver un fantasma! Se asustan y gritan. ¡Lo que faltaba! ¡Ahora, en la noche, en medio de la tormenta, un fantasma! Gracias que Jesús les grita enseguida: “¡Soy Yo, no tengáis miedo!” En nuestros problemas y dificultades es muy importante mantener la confianza en el poder de Dios, en su amor y en su misericordia. Alguna vez puede darnos la impresión de que Dios no está, de que se ha olvidado de nosotros, de que es impotente como nosotros. Sin embargo, Él está siempre con nosotros, siempre dispuesto a ayudarnos. Aunque pensemos, en un primer momento, que es un fantasma.

Pedro quiere ir hacia Jesús caminando sobre el mar, pero duda, desconfía, le entra miedo y comienza a hundirse. Y es hermosa, simpática, la actitud del Señor, cogiéndole de la mano y reprochándole su falta de fe.

Cuando S. Mateo escribía el Evangelio, los cristianos, probablemente, estarían siendo perseguidos. La barca de la Iglesia estaría, por tanto, zarandeada por olas gigantescas, el enorme oleaje de la persecución. En ese contexto, los cristianos recordarían estos hechos de la vida del Señor, porque les infundía valor, fortaleza y confianza. Y nunca faltan persecuciones en la vida de la Iglesia. Nunca faltan dificultades en la vida de los cristianos, en nuestra vida. También ahora, los cristianos están siendo perseguidos en muchos lugares de la tierra. El Vaticano II nos presenta a la Iglesia como peregrina “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”. “…Está fortalecida, dice, con la fuerza del Señor Resucitado, para poder superar con paciencia y amor todos los sufrimientos y dificultades, tanto interiores como exteriores, y revelar en el mundo el misterio de Cristo, aunque sea entre penumbras, hasta que se manifieste en todo su esplendor al final de los tiempos”. (L.G. 8) Cuando llegue la hora de Dios, Él mismo subirá a la barca y entonces amainará el viento y pasará la tempestad. Entonces, postrados ante la grandeza y el poder de Dios, diremos a Jesús lo mismo que los discípulos en la barca: “Realmente eres Hijo de Dios”.

¡FELIZ DÍA DEL SEÑOR!

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